sábado, 18 de abril de 2009

ADOLF HITLER


Adolf Hitler; 20 de abril de 1889 – Berlín; 30 de abril de 1945) fue un militar y político alemán de origen austriaco que estableció un régimen nacional socialista en el que recibió el título de Reichskanzler (canciller del Imperio) y Führer (caudillo, líder o guía).[1]
Como jefe del Partido Nacional Socialista Alemán de los Trabajadores (Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei o NSDAP), dirigió el gobierno del país de 1933 a 1945, período en el que ocupó sucesivamente los cargos de canciller, Jefe de Gobierno y Jefe de Estado.
Consiguió el poder durante el período de crisis de Alemania después de la Primera Guerra Mundial.
Después de reestructurar la economía y rearmar las fuerzas armadas, estableció un gobierno totalitario.
Hitler era un chico inteligente, y en dos ocasiones suspendió el examen de entrada a la Universidad de Linz aunque sin importancia a la tercera lo logro sin dificultad alguna. Allí quedó cautivado por las lecturas pangermánicas y antisemitas del profesor Leopold Poetsch, quien influyó notablemente en la mente del joven.
Hitler era devoto de su madre y probablemente odiaba a su padre, quien era un estricto disciplinario. Padre e hijo tampoco compartían sus ideas políticas. Alois Hitler también deseaba que su hijo llegara a ser funcionario como él, empleo del que se sentía muy orgulloso y al que había llegado prácticamente sin una base académica. Pero al joven Hitler ese futuro no le seducía en absoluto, ya que estaba demasiado alejado de su objetivo, las artes. Se interesó por la pintura y la arquitectura.

Hitler, en su libro Mein Kampf (Mi Lucha), es respetuoso con su padre, aunque indica que había diferencias irreconciliables sobre su firme decisión de convertirse en artista. Alois falleció en enero de 1903 y Klara, tercera mujer de Alois y madre de Adolf Hitler, murió de cáncer en diciembre de 1907, lo que le afectó profundamente.

Muchos historiadores especulan que su odio extremo hacia los judíos era por la posibilidad de que el padre biológico de Alois (y por tanto su abuelo) fuera de origen judío, lo que fue desmentido luego. Otros lo atribuyen a que su madre murió al cuidado de un médico judío, pero el mismo Hitler pareció estar agradecido por sus atenciones (le regaló una pintura y más tarde como canciller le permitió salir de Austria).
Al inicio de la Primera Guerra Mundial (1914) decidió alistarse como voluntario en el ejército alemán. Realizó su servicio en Francia y Bélgica como mensajero del 16° Regimiento de Infantería Bávara de Reserva, que lo expuso al fuego enemigo. También aprovechó para dibujar algunas historietas y dibujos de instrucción para el periódico del ejército. Fue ascendido al rango de cabo y condecorado en varias ocasiones por su valor en combate, destacando especialmente la consecución de la Cruz de Hierro de segunda clase el 2 de diciembre de 1914, y la Cruz de Hierro, primera clase, el 4 de agosto de 1918, un honor raras veces dado a un soldado de tan baja graduación (ya que aún no era ciudadano alemán, no fue promovido más allá del grado de cabo). En octubre de 1916, en el norte de Francia, Hitler fue herido en la pierna, regresando al frente en marzo de 1917.
Hitler era considerado como un soldado «correcto», pero según se informa era impopular entre sus compañeros debido a una actitud poco crítica hacia los superiores. «Respetar al superior, no contradecir a nadie, obedecer a ciegas», dijo, describiendo su actitud mientras era enjuiciado por el putsch de Múnich en 1923. Uno de sus camaradas comentó: «Nos quejamos sobre él y encontrábamos intolerable que entre nosotros tuviéramos a un cuervo blanco» (Haiden, 1936).

El 15 de octubre de 1918, poco antes del final de guerra, Hitler fue trasladado a un hospital de campaña, donde quedó temporalmente ciego por un ataque con gases tóxicos. Una investigación realizada por Bernhard Horstmann indica que su ceguera pudo haber sido resultado de una reacción histérica a la derrota alemana. Hitler expresó metafóricamente que durante aquella experiencia, al quitarse la venda que cubría sus ojos, fue cuando descubrió que el objetivo de su vida era lograr la salvación de Alemania.

La capitulación alemana en noviembre de 1918 lo impactó de sobremanera, pues en la creencia popular alemana el ejército alemán permanecía invicto. Como muchos otros nacionalistas alemanes, Hitler culpó a los socialdemócratas («los criminales de noviembre») por la rendición. Una explicación extendida por la derecha conservadora sobre la capitulación era la Dolchstoßlegende («la leyenda de la puñalada por la espalda»), que pretendía argumentar que a espaldas del ejército los políticos socialistas y marxistas habían traicionado y «apuñalado» a los alemanes y sus soldados por la espalda. El Tratado de Versalles impuso reparaciones de guerra y otras sanciones económicamente muy perjudiciales para el país, declarando a Alemania culpable de los horrores de la Primera Guerra Mundial. Durante la negociación del documento surgieron controversias entre el afán pacificador de W. Wilson, presidente de EE.UU. y el vengativo revanchismo del premier francés, Georges Clemenceau. La reconciliación nunca estuvo dentro de los objetivos de Gran Bretaña y Francia porque, desde mediados del siglo XIX, Alemania siempre había rivalizado con estas dos potencias, por la hegemonía de Europa y el control sobre los territorios coloniales en África y Asia. El tratado fue considerado por los alemanes como una humillación y fue un importante factor en la creación de las reivindicaciones sociales y políticas demandadas por Hitler y su Partido Nacionalsocialista para llegar al poder.